El 16 de abril de 1989 San Martín recibió a Boca por la fecha 31 del Campeonato de Primera División 1988/89. El “santo” estaba en medio de la lucha por sumar unidades para asegurar la permanencia en la máxima categoría, mientras que el “xeneize” peleaba el título mano a mano contra Independiente (finalmente fue el “rojo” quien se consagró en ese torneo). Por eso, La Ciudadela ofrecía un marco imponente.
“Aquella vez estuve en la popular y estábamos tan apretados que mis pies no tocaban el piso. Estaba casi en el aire”, supo relatar un “ciruja” que ya peina canas.
Lo concreto es que ese duelo que había generado una expectativa inmensa (Boca pisaba Tucumán luego de haber sido vapuleado por el “santo”, en la primera rueda del torneo, en el famoso 6-1). Sin embargo, lo estrictamente futbolístico quedó de lado. Polémicas, fallos arbitrales discutibles, hinchas enardecidos, agresiones y suspensión del juego. De esa manera finalizó una tarde que pintaba para ser una fiesta y que terminó transformándose en el punto decisivo del descenso “santo” al Nacional B: una vez más, los inadaptados terminaron ganando.
“Quizás esto me traiga problemas, pero yo no tengo dudas. Me voy a ir a la tumba pensando lo mismo: a (Claudio) Marangoni no lo agredió nadie. Yo creo, incluso, que alguien del cuerpo médico le hizo el corte ese. Nunca encontraron el proyectil y Boca ya había hecho algo similar en otros estadios”, dice Francisco Guillén, arquero “santo” de aquel entonces. ¡Bum! “Boca se aprovechó de la situación y del clima caldeado que había en el estadio”, agrega a 35 años de aquella tarde.
Las crónicas de LA GACETA del día después de ese 1-0 a favor del “xeneize” dejaron en claro que San Martín había jugado mejor la primera mitad. También, resaltaron que los fallos del juez Ricardo Calabria fueron calentando el ambiente y hasta que inclinaron la balanza a favor de la visita.
Guillén no duda en nada; lo reafirma. “Patón” habla con propiedad por haber sido actor protagónico en la historia y recuerda cada detalle con una claridad casi absoluta, como si ese partido hubiera sido hace un par de días. “El árbitro, desde el primer minuto, nos trató mal mientras que con ellos hablaba como si fueran sus amigos. Igualmente, lo que terminó de predisponer de mala manera a los hinchas fue la jugada previa al gol de ellos”, explica el “1”.
Calabria había cobrado una falta en el vértice del área “santa”. Marangoni lanzó el centro, Guillén lo cortó y jugó rápido buscando a Jorge López, que se iba derechito a enfrentar a Carlos Fernando Navarro Montoya. Calabria paró la acción e hizo repetir la falta, aduciendo que no había dado la orden. “Ahí, mientras yo acomodaba la barrera, jugaron rápido para (Jorge) Comas que se acomodó, remató cruzado y convirtió el gol. Nosotros nos fuimos encima del árbitro, que prácticamente se nos reía en la cara. Para colmo en el gol, la pelota había roto la red y muchos hinchas pensaban que no había sido gol. Eso generó más caos”, dice Guillén. “Yo no dudaba del gol, pero sí le recriminaba al juez que no había dado la orden y que debía tomar la misma decisión que en la primera jugada”, agrega.
La crónica del partido aseguró que ni bien el remate de Comas cruzó la línea de sentencia, Calabria, tras dudar unos segundos, pitó el gol.
El tanto “xeneize” fue a los 39 minutos del primer tiempo. Y a partir de ahí, comenzó otro partido.
El mal clima entre los hinchas fue en aumento y cada situación que ocurría dentro del campo, replicaba en gritos, en enojos, en protestas airadas e iba generando tensión entre los inadaptados.
Sin embargo, San Martín siguió yendo en busca de un empate que le diera aire en su lucha por seguir en la máxima categoría. Y estuvo cerca de conseguirla promediando el complemento; pero “Mono” tapó de manera magistral un remate “envenenado” a Dante Unali.
Eso fue un ratito antes de que sucediera el hecho que terminó significando un empujón al vacío para el “santo”.
Navarro Montoya quedó tendido en su área, y Calabria cortó en seco un avance de San Martín y autorizó el ingreso de auxiliares “xeneizes”. Ahí nomás uno de los que había saltado al campo para atender al arquero terminó también en el piso; y de repente, la sangre brotó de la cabeza de Marangoni.
“Hubo un causante de los incidentes: la actitud de Navarro Montoya. No fue agredido y tuvo una actitud provocativa en todo momento”, había denunciado en aquella oportunidad Nelson Pedro Chabay, entrenador “santo”. “Él mismo nos dijo dentro del campo que no lo habían agredido, sino que estaba lesionado”, había agregado.
Tras esperar 10 minutos, Calabria determinó la suspensión del duelo. Y las alarmas se encendieron de inmediato en La Ciudadela. Claro, la relación entre San Martín y la AFA parecía estar rota, y algunos hinchas, con su accionar, le habían puesto la soga al cuello al “santo”.
“Después de ese partido pasaron varias fechas y el falló de la sanción recién salió antes de la última jornada. Nosotros le ganamos 1 a 0 a Mandiyú en Corrientes, pero no nos alcanzó”, se lamenta Guillén.
Al “santo” le descontaron cuatro unidades y con un promedio 0,842 terminó perdiendo la categoría tan sólo por ocho milésimas (incluso, si no hubiera recibido esa sanción habría terminado cinco posiciones arriba en la tabla de promedios).
“Estoy seguro de que el fallo se demoró porque esperaron a ver cuántos puntos necesitaban quitarnos para confirmar el descenso”, jura “Patón”. “Julio Grondona nunca perdonó que el ingeniero Natalio Mirkin lo haya traído a declarar a Tucumán en calidad de detenido. Esa situación le costó, y le sigue costando, dolores de cabeza al club”, sentencia sobre un momento crucial en la historia de San Martín. La polémica no se termina, pero lo único concreto es que algunos hinchas patearon en contra aquel día y fueron los responsables del descenso “santo”.